La pandemia por COVID-19 dejó al descubierto que ni la población ni la instituciones tienen la capacidad de protegerse contra virus y bacterias; basado en ello el Programa de Emergencias Sanitarias (WHE) está realizando análisis de riesgos para poder determinar cuándo y donde será la pandemia que está por venir. Este organismo estima que existe una probabilidad del 57% que en los próximos 25 años tengamos una pandemia de un tamaño similar a la de COVID-19, tomando en cuenta que en los últimos 30 años, han surgido brotes de enfermedades infecciosas con alarmante regularidad.

Por su parte, la Organización Mundial de la Salud estima que esta pandemia venidera, será a causa de virus como influenza, variaciones de síndromes respiratorios agudos (SARS), coronavirus y ébola, las cuales generan mortalidades de alrededor del 10%.
Las afectaciones sociales, económicas y de interacción humana que está dejando el COVID-19, han llevado a las personas a poner mayor atención al uso de desinfectantes que los protejan de todos estos virus.

Se ha vuelto una práctica común al entrar a una plaza comercial recibir gel antibacterial para manos, realizar procesos de nebulización para la desinfección de oficinas y empresas; o llevar consigo algún desinfectante que nos permita protegernos al realizar nuestras actividades cotidianas. Todas estas actividades nos estarían ayudando en futuras pandemias, sin embargo, la necesidad de productos que nos proporcionen bioseguridad es inminente.

En la familia de los coronavirus, por ejemplo, el SARS-CoV-2 es similar en estructura al virus del SARS de 2003, que afectó principalmente a China y el virus que causa el síndrome respiratorio de Oriente Medio es solo ligeramente diferente.

La variante Omicron condujo rápidamente al reinicio y endurecimiento de protocolos sanitarios en empresas, hospitales y escuelas. Estas estimaciones permiten determinar qué características podrían tener los virus de las siguientes pandemias.